miércoles, 4 de noviembre de 2009

Francisco Ayala

Libros

En algún sitio se leía algo así como "más grande que todo un siglo", haciendo referencia a los 103 años que ha vivido. Quizás ha contribuido a ello la copita de whisky que cada día se echaba al cuerpo, o la sonrisa permanente que escondía sufrimiento suficiente para varias vidas: guerras (propias y ajenas -si alguna guerra puede ser propia-), exilio (se preguntaba con amargura para quién escriben los exiliados), el asesinato de algunos amigos (hace poco desenterraban a uno, ahora lo entierran a él)...

Esperando a que bajara el telón, como decía, se quedó el último de toda una generación, la del 27.  Ocupaba el sillón Z de la Academia.

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