Se descubrió que la vida estaba unida a un número más o menos determinado de objetos que la prolongación de aquélla se debía a los recuerdos que éstos sugerían a la persona. Por tanto, la torpeza característica de la vejez no era otra cosa que la manifestación del olvido en forma de rotura o extravío. Con la desaparación o destrucción del último objeto, llegaba la muerte.
Por eso, no es cierto que la mayoría de los viejos muera solos: lo que en realidad pasa es que son aquellos que están solos quienes antes mueren.
Carlos Lapeña Morón
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