Pues eso pasó con el verbo vertere, que en latín significaba 'girar, dar vuelta'. Fácil: si damos vuelta al vaso, el agua se vierte. ¿Y por dónde va un líquido cuando lo vertimos? Pues por la vertiente, que para eso está.
Y si damos vuelta a lo que decimos en una lengua y lo pasamos a otra...
pues lo mismo: nos sale una versión (por ejemplo, del Quijote en swahili). Al fin y al cabo, convertir.
¿Qué estás haciendo cuando das la vuelta a la rutina diaria para no aburrirte? Pues divertirte, ni más ni menos. O diversificar, que viene a ser algo parecido. Puestos a ello, que en latín decían divertere, uno diversifica parejas y lo que le llega es el divorcio ¡vaya! Que cuando alguien toma esa decisión, suele ser irreversible.
Y todo lo anterior dentro de un orden, porque si nos salimos de los cánones establecidos, caemos en la perversión, y eso sí que no.
Y ¿cómo llamaban allá por el siglo XVIII al punto en torno al cual gira el cielo? Vértice, ¿cómo si no? Y la línea que va desde el suelo hasta ese punto es vertical, claro (porque la horizontal es la del horizonte).
Puestos a dar vueltas, ¿qué sientes cuando todo a tu alredor gira sin control? ¿Vértigo? O quizás no deberías volver a tomar esa mezcla de color indefinido de la noche pasada...
El resto de palabras que derivan de vertere -inverso, anverso y reverso, adversario y adversidad, diversidad, introvertido y extrovertido, subversivo, travieso, malversación y muchas más- te las explicas tú mism@, que yo ya he trabajado demasiado. Y si no eres capaz, ve a la universidad, que es el lugar donde se estudian todas las cosas, o sea, el universo.
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