Paseas por Argentina, relinda, y llegas a una ciudad, Rosario te alojas ducha, taquilla y litera y a buscar, a encontrar. La ciudad se arrima al Paraná, tremendo río que en esta zona está, es tranquilo, reposado, calmo y ancho, ancho de cojones.
Allí está el monumento a la bandera, aquí nació. Pero no es esto lo que nos ha provocado sed, sino que es la cuna de Ernesto. Aquí paso poco tiempo, pero en su recuerdo queda la plaza de la cooperación. Otras imágenes nos evocan a casa, herrimina. En las paredes recortes del Gernika. Es la plaza de Euskal Herria.
Abandonamos Rosario, próximo destino la provincia de Córdova y allí un pueblo Alta Gracia, famoso por su residencia jesuítica.
Como dirían por aquí, entol medio, muy bien conservada. Nos explican. Que curioso, las tejas de la estancia son desiguales, como desiguales eran los muslos que utilizaban los exclavos (los propios) como molde. Famosa porque aquí si que el Ché pasó tiempo. Hay un museo que cuenta su vida, que reúne recuerdos. También uno, otro museo hace lo propio con Manuel de Falla, aquí vivió. Pero eso, eso es otra historia.
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