El caso es que durante una hora y cuarenta minutos (sin descanso) pudimos disfrutar con lo que todos y todas esperábamos, skeches viejos y skeches nuevos. Pero que nadie se asuste, ya estábamos avisados. Según sus propias palabras "dicen que lo que hacemos es fácil. Lo sabemos, pero se nos ha ocurrido a nosotros. Y para los que nos vísteis hace dos años, o hace cuatro, y decís que siempre hacemos lo mismo, no os vamos a engañar: tenéis razón!".
Así que hechas las presentaciones, disfrutamos con el hijoputa del dentista que recomienda chicles con azúcar, con el dermatólogo despedido, por ir al grano con un chico que padecía de acné juvenil y también con la historia de cómo se conocieron en la época en que Sabina estaba muy gordo, gordísimo. Tenía tantas tetas que se ponía hojas de lechuga en los pezones y se le posaban los periquitos. Los muslos le rozaban y tenía que darse vaselina para poder andar. Entonces se le conocía como "Sabina el de la vaselina". Luego ya, se hizo famoso y adelgazó... Y entre tanto, nos enseñaron a como escaparte de la cárcel en un país en el que no hablan tu idioma recurriendo al filósofo Kierkegaard.
Y para terminar, y como no podía ser de otra forma, aparecieron Arroyito y Pozolón
Sería imposible resumir la actuación por escrito. Además, sería un pecado. Por mucha "tesnología" que haya hoy en día. La solución: si tienes la oportunidad de ir a verlos, hazlo. Y si no, pues siempre te quedará Al Viento...
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